El beso. Arte, sensualidad y erotismo


La pintura no es autobiográfica,
 sino una manifestación simbólica
 y universalizada del amor sexual.

Brancusi

El beso es la obra más famosa del pintor Gustav Klimt, pero cómo fue recibida en su momento, y de qué manera llegó a impactar dentro del ámbito artístico y de la fortuna crítica. Si bien, Klimt ya era un pintor consolidado a principios del siglo XX, sus obras provocaban cierta negatividad para aquellos que gustaban del arte historicista, sin embrago, esta obra traspaso los comentarios conservadores para envolver al espectador dentro de su sello distintivo, fue muy afortunada ya que integra dos elementos que caracterizaron las obras de Klimt, la materialidad y la representación; hay en El Beso un intenso decorativismo orientalista y la visión esteticista del modernismo. Encontramos en la obra la fuerza expresiva y colorista del símbolo, cuestión que deleitó al espectador cuando fue expuesta desde la primera vez en 1908.
Los rasgos peculiares de este periodo, como la poca profundidad espacial y la bidimensionalidad ornamental incrementan adicionalmente el significado del cuadro puro y la superficie pictórica. El cuidadoso tratamiento de la superficie mediante una distribución ornamental contribuye a que el sentido del cuadro pueda ser trasladado del contenido a la forma y al material.[1]
           
            A partir de estos elementos ya citados podemos comprender la importancia de la superficie, esta evocación que hace único el estilo de Klimt, el material atrapa la vista y te conduce a encontrar en la imagen la misma la suntuosidad y lujo que existe en la representación, dos personajes entrelazados por un mismo fin: el amor.
            Un hombre y una mujer cubiertos por una tela dorada, ambos definen su cuerpo, el hombre esta envuelto con la tela dorada pero define su espacio con motivos rectangulares algunos de color negro, unos anchos y otros más delgados que caen desde sus hombros hasta tapar sus pies; en cambio, la decoración de la tela de la mujer son círculos u óvalos de varios tamaños de colores vivos, como el rojo, amarillo, verde, azul y morado; la tela de la mujer se desvanece y aunque no le cubre todo el cuerpo ésta pasa por sus piernas para caer al pasto donde se encuentran varias especies de flores adornando el color verde de la hierba. El adorno del hombre que trae en su cabeza es una corona de pequeñas hojas verdes, y la mujer luce en su cabello castaño flores muy finas de color azul, amarillo y verde. Ambos se encuentran de rodillas y detrás de ellos hay una aureola que esta a su tamaño, el fondo del lienzo esta pintado de color ocre pero en él están esparcidos puntos dorados.  
            El simbolismo contenido en  la obra demuestra al espectador definiciones muy marcadas, los rectángulos en el hombre, los círculos en la mujer, el aureola también dominada por círculos más finos, las flores que decoran la parte inferior y el fondo que no muestra un paisaje o una representación sino que los mismos puntos dorados y el color ocre dan vida a una profunda alusión de ensueño. No existe nadie solo la eterna manifestación del amor.
El artista muestra la fusión de ambos cuerpos, con una tensión existente entre el hombre y la mujer, solo se contraponen por los motivos rectangulares y circulares, esto es que esa transposición del momento instintivo de las personas y los cuerpos al ornamento, supone un acercamiento entre los sexos, el lenguaje corporal de ambos apenas se define por sus gestos, mímica y la fisionomía de cada uno.[2] El color dorado puede ser el emblema de la belleza del amor y de la sensualidad que atrae y deleita el ojo del espectador. Las figuras que son muy importantes en la obra de Klimt están plasmadas en flores, formas geométricas y pequeños puntos que evocan un sentido propio.



                                                     Gustav Klimt, 1862-1918
El beso, 1907
Óleo sobre lienzo, 180 x 180 cm.
Osterreichische, Galería de Viena

La obra es una representación sensorial de otra realidad, es decir, una sugerencia espiritual que lleva a una idea, en este caso a la idea del amor, como unificación pero también el triunfo de Eros.
“Hay una regresión petrificada en sí misma en la que ambos sexos han dejado de percibirse a sí mismos y al mundo que los rodea”.[3] Quizá la mujer dominada por aquel beso y entregada en un acto de subordinación muestra al hombre dentro de la seducción donde el control lo tiene él mismo, su masculinidad causa una impresión afanosa por tomar a la mujer y envolverla en el acto anímico del amor.
El erotismo y la sensualidad como tema en El Beso se representa desde en el dramatismo emocional del hombre y la mujer, el cuerpo de ella es modelable ya que para Klimt éste evoca el sentimiento de un goce total convertido en línea y la perdida de los limites a través de su figura infinitamente deseable.
Los trazos de Klimt en la obra demuestran el conocimiento que éste tiene en  la anatomía del cuerpo de la mujer, hay una descripción sin palabras por medio de los colores, la textura y el estampado de la tela. Ese es el arte de Gustav Klimt, seducido por las sensaciones más intensas del ser humano.





[1] Gottfried Fliedl, Gustav Klimt. Berlín, Benedikt Taschen. 1991. p. 115.
[2] En muchas de sus obras se puede observar que Klimt estaba muy interesado en ese juego no sólo formal, que determinaba las fronteras entre los sexos. Visto en: Gottfried Fliedl,  Gustav… , p. 116-117.
[3] Ibid. p. 119.

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